Se levantaba en silencio cada sábado de madrugada, intentaba pasar desapercibido en el silencio de la noche cada vez que ponía los pies en el suelo y se agachaba para avanzar a gatas hacia el salón. Con el objetivo del botón del televisor entre las cejas, Pablo buscaba en el umbral del sueño un nuevo motivo para seguir soñando con goles vestidos de color rojo.
La primera vez que lo vio disfrutaba los placeres del permiso paternal. Era sábado, uno de aquellos sábados de los ochenta en los que la televisión pública programaba partidos de la liga inglesa para rellenar las horas de madrugada. España estaba repleta de locos por el fútbol que sintonizaban cada sábado el partido de turno soñando con cantar algún día desde aquellas gradas llenas de vida y pasión. Pablo no era tan aficionado entonces, sobre todo porque era un niño que entendía poco más que el gol como símbolo principal del deporte que hacía de su padre un forofo más cada domingo de transistor pegado a la oreja.
Aquel sábado jugaba el Liverpool. Pablo lanzó un par de miradas furtivas al televisor e intentó reconocer a algún futbolista entre el fondo verde de la pantalla. Sus únicos recuerdos futbolísticos no eran muy lejanos. Apenas un año atrás había seguido, pegado al televisor en color que acababan de comprar sus padres, los partidos más importantes del mundial disputado en España. En su cabeza sonaban los ecos de algunos nombres ilustres; Maradona, Zico, Platiní, Rossi. Ninguno de ellos disputaba aquel partido de madrugada. Un partido que ya había sido jugado pero que era presentado al país como el ejemplo perfecto del fútbol triunfante más allá de la península ibérica.
Sus padres no decían nada. Jugaban una partida de parchís con una pareja de vecinos. Pablo permanecía sentado en el suelo, con las piernas cruzadas y con la mirada puesta en el televisor. Estaba descubriendo algo nuevo. Era otro fútbol. Inmediatamente se identificó con el equipo vestido de rojo. El público empujaba, los jugadores jugaban hacia delante y el número siete anotaba goles con la frialdad con la que el ejecutor cumple una sentencia de muerte.
La televisión sobreimpresionó su apellido y a Pablo se le clavó aquel nombre a fuego dentro de su memoria. Dalglish. A partir de entonces, cada vez que bajara al descampado que había enfrente de su casa y afrontara el reto de un nuevo partido rodeado de pequeños y futuros amigos, jugaría con el futuro señalándose en el pecho como el Kenny Dalglish del barrio de San Isidro.
Desde aquella noche se saltaba todas las normas y permanecía despierto, jugando con disimulo a dormir plácidamente, hasta que quería creer que la casa permanecía en silencio y sus padres se habían marchado a dormir. Cada sábado, Pablo gateaba en silencio buscando un partido del Liverpool en el televisor. El chispazo que hacía arder el aparato en un nuevo encendido, penetraba en su pecho con un hilo de esperanza; algunas veces, estaba allí Kenny Dalglish, esperándole inquieto para saldar de una vez todas las cuentas pendientes con el portero rival. Cuando no era así, la desazón invadía su garganta y se devolvía como un pelele sin fortuna al calor de sus mantas.
Esperar a que llegase un nuevo sábado se había convertido en uno de los oficios más trascendentales en la vida de Pablo. Por las mañanas volaba hacia Anfield sobre el cielo de su imaginación, por las tardes dibujaba goles en un papel mientras sumaba cifras y enjugaba formas verbales y por las noches soñaba con su propia fortuna lejos de su cama. Cuando llegaba el sábado jugaba al fútbol sin cesar y cuando la noche aplacaba cada uno de los movimientos de la calle, gateaba en silencio hacia un nuevo sueño, un nuevo gol, un nuevo motivo para entender el fútbol de otra manera.
La vida, la concepción y los andares de Pablo cambiaron para siempre desde aquella noche fortuita en la que descubrió a Kenny Dalglish.
(Mi agradecimiento a Pablo por autorizarme a publicar este bello cuento sobre este tremendo jugador británico. Muchas gracias por tu amabilidad Pablo!!)
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El niño que descubrió a Kenny Dalglish (Pablo Malagón - España)
Etiquetas: Club-ING: Liverpool F.C., Cuentos de fútbol, Flema británica
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