Cuando comenzó a jugar, los médicos diagnosticaron que aquel anormal nunca llegaría a ser deportista. Era un pobre resto de hambre y de poliomielitis, burro y manco, con un cerebro infantil, la columna vertebral en `s´ y las dos piernas torcidas para el mismo lado. Pero, a lo largo de sus años en los campos, Garrincha fue el hombre que dio más alegría en toda la historia del fútbol. Cuando él estaba, el campo era un picadero de circo; la bola, un bicho amaestrado; el partido, una invitación a la fiesta.
(EDUARDO GALEANO, escritor uruguayo)
(EDUARDO GALEANO, escritor uruguayo)
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