Es el partido que toda una vida se espera jugar: apenas dos puntos detrás del líder; la derrota significaría ver a Los Dos Caminos celebrar el campeonato, como si les cupiera un trofeo más en la vitrina; el empate solo postergaría el fin, depender de que Montecristo le gane a Los Dos Caminos es creer que la Tierra puede girar en sentido contrario; ganar nos dejaría en el primer lugar a falta solo de otra fecha, por primera vez la posibilidad de darle un campeonato al Santa Eduvigis está tan cerca.
La emoción del equipo no hizo sino aumentar cada día, y ni siquiera las decisiones de la Liga, por demás esperadas, para enrarecer el clima a favor de Los Dos Caminos cambió en algo nuestro estado de ánimo, cosa que sin duda no dejé de agradecer. “¡Póngannos al árbitro que sea!” fue el grito de guerra durante los entrenamientos de la semana.
-¡Buenos días! dijo mi papá al entrar en la cocina. ¿Ya estás listo?
-Sí, salgo temprano. Vamos a hacer una concentración antes del juego.
Con decepción, papá me dijo que esperaba que nos fuéramos juntos al partido, un acontecimiento como éste debía ser vivido en familia desde el principio. No supe qué hacer, la verdad me hubiera gustado complacerlo, pero no podía decirle que sí.
-Suerte, agregó secamente antes de que yo pudiera encontrar un escape, y se sentó a leer el periódico.
-Gracias, nos vemos allá, respondí y salí.
Corre el minuto ochenta y el empate a cero se mantiene. Dos balones en el poste y la excelente actuación del portero han salvado a Los Dos Caminos de estar por debajo en el marcador. A estas alturas ellos agradecen el empate, pero sigue costándoles controlar el juego. A sabiendas de que es ahora o esperar el año que viene estamos volcados en su área. Prácticamente atacamos todos, solo yo me quedo en el círculo central atento a cualquier intento de contragolpe.
Y el intento vino. Un balonazo largo que llegaría a nuestra área de un bote. Supe que era una bola complicada, fui por ella con desesperación. Mi portero quiso salir a despejarla, pero a medio camino dudó y se volvió a la portería. Como el demonio que es, el extremo de Los Dos Caminos también fue tras el balón. Aunque no me ganó la espalda, logró alcanzarme. En la medialuna saltamos juntos por el dominio de la bola, la cabeceé intentando rechazarla, con la mala suerte que rebotó en su cabeza y siguió hacia el área. Hombro con hombro entramos en el área, sentí su mano tomándome el short, sabiendo lo que nos estábamos jugando levanté los brazos mostrando mi inocencia. El portero por fin decidió intervenir y salió de la portería. El delantero supo que no iba a alcanzar el balón, forcejeó con la liga de mi short, puso su cabeza por delante de mi pecho y se lanzó aparatosamente antes de que el portero agarrara el balón. Al saltar para esquivarlo no levanté suficientemente los tacos para que se llevara el recuerdo. Y cuando salté por encima de mi portero escuché el pitazo.
Por un segundo creí que había sentenciado simulación del delantero. Pero de inmediato vi al descarado vestido de zamuro trotando hacia el punto de penalti.
-¡Ni lo toqué! ¡No nos jodas el campeonato, vendido de mierda!
La tarjeta se tiñó de dignidad. Detrás de mí, otros tres compañeros desfilaron al vestuario. No vi el resto, los gritos de la grada fueron suficiente anuncio del cañonazo.
Antes de marcharse, uno a uno todos los jugadores se acercaron y me tocaron el hombro, no sé si a modo de solidaridad o de condolencia. Mi portero Pilatos fue el único que se atrevió a llamar las cosas por su nombre.
-Tu papá la cagó.
Sí, lo hizo, y todo el camino de vuelta a casa no pude dejar de pensar en cuál sería mi reacción al verlo. Abrí la puerta y ahí estaba, sentado en el sillón leyendo el periódico como si en todo este tiempo no hubiera salido. Fue cuando sentí la rabia subir indetenible desde las entrañas. Con todas las fuerzas que pude robarle a mi indignada resignación le grité a quemarropa:
-¡El coño de tu madre, hijo de puta!
Me miró, desarmándome con su expresión fresca de quien no arrastra culpas ni deudas, y antes de volver a su periódico de ayer, respondió tranquilo, casi sin darse por aludido:
-Tu abuela.
(Mi agradecimiento a Luis Alejandro Ordóñez por su generosidad al permitirme compartir este cuento con todos ustedes. Gracias Luis!!)
Desde Ayacucho, Argentina, un humilde homenaje a esa gran protagonista del juego traducido en cuentos, frases y anécdotas.
Sabiamente la definió el viejo maestro Ángel Tulio Zoff, "lo más viejo y a su vez lo más importante del fútbol".
jaja estuvo bueno el cuento ... pero tiene huevos que te joda tu propio padre :P
ResponderEliminarpd: ya te agregué, un saludo!
Sí, un padre no muy recomendable...
ResponderEliminarSaludos
Hola Totonet, muchas gracias por publicar mi cuento en tu página, el mejor lugar para una historia como esa. Quedó muy bonito, un gran saludo.
ResponderEliminarEl agradecido soy yo Luis por tu gentileza. Me gustó mucho, espero no sea el último jajaja.
ResponderEliminarUn saludo cordial para tí y a todos los futboleros venezolanos.
Si, estuvo bueno el cuento. Solo quisiera corregir un detalle, referente al nombre del Dos Caminos. Nunca lo escuche nombrar Los Dos Caminos. Todo el mundo lo llamaba o lo llama "el Dos Caminos". Ahi jugaron grandes del futbol venezolano, entre ellos Mendocita, Zarzalejo, Pito Perez, etc. Campeones de Venezuela en 1936, 37, 38, 42, 45 y 49. http://www.geocities.com/vfutbo-l/
ResponderEliminarhttp://federacionvenezolanadefutbol.org/campeones.htm
Juan Vazquez