A fines de 1957, Enrique Omar Sívori fue transferido al fútbol italiano, concretamente a la Juventus. Apenas llegó mostró su clase de enorme jugador, pero luego de algún tiempo comenzó a aflojar en su rendimiento, pagando tributo a su gran popularidad con el sexo opuesto. Ahí fue donde se le acercó Renato Cesarini –que había aconsejado su adquisición- y le dijo con esa sapiencia ganada en la calle: “Enrique, acordate que acá te trajeron como jugador de fútbol. Si hubieran querido buscar a un galán hubieran elegido uno más lindo que vos”.
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