2 de abril de 2008

Argentino Geronazzo y la digna honestidad de su locura


Le decían "El loco Geronazzo". Yo que lo conocí puedo dar fe que nunca lo fue. Pero, con personajes como Argentino Geronazzo es común que ocurran este tipo de confusiones. Por lo general, la sociedad no admite que alguien se adjudique la extravagancia de vivir fuera de los esquemas establecidos y aceptados por esa misma sociedad. Hábitos, costumbres, moral, formas de expresarse, de vestirse, maneras de ser, son las cárceles más comunes que el hombre de nuestro tiempo acepta como "placenteros" cautiverios que le permiten vivir -o transitar por la vida- en paz consigo mismo y, principalmente, con los demás. Sin contrastes muy pronunciados, sin insólitos, como feligreses de una misma religión, como adoradores de un único Dios. Por eso, Geronazzo pasó a ser "loco" en el juicio de todos los demás. Porque, en un momento de su andar por este mundo, decidió no cumplir fielmente con el proceso obligado. Entonces, fue cuando dejaron de aceptarlo. Cuando Geronazzo firmó su propia sentencia de "auto-marginación"...

Fue allá por el sesenta y uno cuando me llegaron las primeras noticias de la existencia de un tal Argentino Geronazzo en ese matiz de estudioso del fútbol. Porque como jugador ya lo conocía con la camiseta de Vélez después, su partida a Italia para jugar en el Nápoli: el regreso a la Argentina para jugar -siempre como número cinco- en Argentino de Quilmes; después Almirante Brown y el final en Colegiales. 

A partir de ahí, inauguró su carrera de técnico confundido con la nueva "filosofía" de Zubeldía en Atlanta heredera de Mogilevsky, especie de preparador físico-técnico, Vélez y Estudiantes, el de los primeros tiempos. Entonces, aparecía como un ser humano "normal", de esos que tienen ambiciones, que pretenden “hacer carrera” trabajando intensamente, proclamar el sacrificio y el estudio como vehículos de éxito. 

Fue uno de los fervientes defensores del pizarrón, de los muñequitos de las jugadas preparadas. Escribió un libro de "Como ver un partido de fútbol" y, más tarde, "Técnica y táctica del fútbol". ¿Qué representaba, entonces, para la generalidad del mundo del fútbol argentino, Geronazzo? Un estudioso del fútbol, un tipo honesto que pretendía reivindicar y purificar el medio y el jugador argentinos de todos sus más arraigados vicios...

Un día ya desvinculado de Estudiantes y más lejos de Osvaldo Zubeldía, comencé a frecuentarlo, al menos a "verlo" más a menudo. Cuando ya me llegaban las noticias por el comentario de jugadores, por las informaciones periodísticas de algunas actitudes "insólitas" de ese ya "loco Geronazzo" Como esa vez que se ligó a Independiente para dirigir el departamento de fútbol amateur.... Dicen que llegó la primera mañana, la que inauguraba su ingreso a Independiente. Y pidió un determinado número de pelotas para que trabajasen los chicos. No recuerdo con exactitud, pero creo que sumaban unas quince. Como era más que habitual en aquellos tiempos -y en los de ahora también- se las negaron. Entonces, Argentino Geronazzo no encontró respuesta más digna que irse. Y, no volver nunca más...

Otra vez, dirigiendo a Gimnasia, en Primera B, jugo un partido como visitante en Banfield. Gimnasia perdió y toda la tribuna platense descargó su decepción en el técnico. Cuando llegó la hora de salir del estadio Geronazzo rechazó toda compañía "solidaria", lo mismo que algunos ofrecimientos para trasladarlo en automóvil. Así salió solo, y se dirigió a la estación de trenes -distante una docena de cuadras- andando. Un grupo de simpatizantes de Gimnasia, lo seguía a corta distancia agraviándolo con todo tipo de insultos. Geronazzo siguió su marcha imperturbable, sin pedir protección. Cuando llegó al andén dos de la estación Banfield se dispuso a esperar el tren que se dirigía a Constitución, lo mismo que "la patota". Entonces fue cuando se produjo lo inevitable. Como los insultos arreciaban y cada vez más cercanos, Geronazzo "se dignó" a ponerle fin a la situación. 

Como quien se siente demasiado fuerte, o demasiado caballero, para descender a batirse con un "impedido" física y espiritualmente, toleró la incomodidad hasta que su condición varonil pudo admitirlo. Superado el límite, fue el aluvión, la avalancha, el torrente, el tumulto, la tempestad... Era ese "Kung Fu" de la serie de televisión, el asiático conocedor de toda la gama de golpes científicos para destruir a los hombres más poderosos... Con la misma flema de Kung Fu, apodo que luego se ganó también, se despojó del saco y comenzó a revolear seres humanos pausadamente, definitivamente. Era el golpe descargado por un experto en anatomía que además, disponía de una potencia física demoledora. Al poco tiempo, con todas las variedades de patadas voladoras y golpes de antebrazo, terminó con la patota de ocho o diez guapos de cartón. Llegó el tren Geronazzo volvió a vestir el saco, se sacudió el polvo y partió a Constitución con la flema de un inglés flemático, de esos "de antes".

Un día, tiempo después de ese episodio -que yo conocí por terceros- charlé largamente con él. Y confieso que desde esa oportunidad llegué a estimarlo mucho más. Me dijo que "quería sentirse héroe, vivir como alguien distinto a los mediocres que transitan refugiados en su pusilanimidad, cerca de la hazaña, merodeando el gesto noble de los elegidos: pretendía sentirse en paz consigo mismo, contento por dentro: que se había propuesto, después de largas meditaciones, huir de los miedos que agobian a los especímenes que más presumen de poderosos.

Todo es interior
-me decía-, nada es verdad cuando solo trasciende en actitudes exteriores". Cuando en el 78 volvió por cuarta vez a Chacarita, había adquirido una serenidad interior que hasta le permitía "mirar" la vida con cierto sentido "filosófico" del humor, como cuando se declaró discípulo del "maestro Lao-Tse", como le gustaba llamarlo... "¿Sabe qué pregonaba el maestro, 600 años antes de Cristo? Que el sabio tiene que parecer ignorante, porque los que saben no hablan y los que hablan no saben. Entonces, yo no soy un sabio porque hablo... Ya la digo", repetía, y hasta con cierta ironía... "Cada vez creo más en Lao-Tse cuando dice que El Hombre, para serlo todo, no necesita ser nada ni hacer nada". Y cuando se fue "porque lo echaron de Chacarita", el club que palpitaba en sus sentimientos -el mismo declaró que lo echaron-, dijo que "no quería entrar en especulaciones porque era un naturalista y aceptaba las cosas tal cual eran".

Desde entonces, no apareció más en los corrillos del fútbol ni volvió a ponerse la sigla del D.T. Entonces, como buen naturalista, admitió las cosas tal cual eran. "No hizo más nada que sea importante para los que creen en los hechos exteriores y públicos, ni habló más para aspirar a sentirse sabio. Decía que habla aprendido a vivir con austeridad. Que era experto en 'manejos de bolsa' y con unas pocas ganancias le alcanzaba..."

Por eso, me digo que "el loco Geronazzo" nunca fue loco. Y, cuando estuvo a punto de serlo, decidió aprender las doctrinas de Lao-Tse y se curó. Yo conozco muchos sensatos que corren cada vez más detrás del dinero y el poder, a pesar de ser ricos y poderosos. O, en todo caso, creer que lo son. Algunos de ellos, hasta siguen siendo Directores Técnicos. Es que no leyeron a Lao-Tse, como Geronazzo.

(nota publicada en la recordada revista "Goles", a mediadios de la década del 70 y realizada por el Maestro Osvaldo Ardizzone)

2 comentarios:

  1. ¡Argentino Geronazzo! Con todo respeto, Totonet, usted me recuerda a esas maestras que hacen patria en las escuelas rurales. Yo (aunque desgraciadamente ya no soy un chico) le agradezco este post. Muchas gracias.

    ResponderEliminar
  2. Gracias Vico por sus palabras.
    La intención es dejar documentado en este blog, la vida de estos personajes que hicieron nuestro fútbol y hoy no se los recuerda porque es algo que no "vende".
    Le agradezco su presencia y en un tiempito más, le hago una mini biografía de este pintoresco personaje. Mucho material de él no se consigue, pero algo vamos a hacer.
    Saludos
    Totonet

    ResponderEliminar