Hasta hace muy poco tiempo, y sobre todo a raíz de la llegada de ingleses y españoles medio Buenos Aires hablaba del sistema. Puntos que nunca conocieron la de cuero y que en oval viven en la edad de piedra, se permitían opinar sobre el tan mentado sistema. Y hasta hubo algunos diareros que, deslumbrados con lo que habían visto en Europa y sin pensarlo dos veces, se engolosinaron de tal manera que quisieron imponer aquí el estilo europeo y echar por tierra con todo lo nuestro.
Yo nunca me meto con el fóbal porque a mis queridos perros les gusta más que hable de ternura; pero como estoy harto de oír gansadas ya es hora de que no escorchen, salgo al cruce de los sistemistas para decirles claramente lo que pienso.
Ante todo, el tan zarandeado sistema lo inventó un entrenador inglés, Mister Chapman, al que un día se le ocurrió que había descubierto una paponia: hacer jugar a su equipo colocando a los hombres en la cancha como si formaran una doble vé en la delantera y una eme atrás. Tómese el trabajo de agarrar un lápiz y un papel y dibuje una doble vé arriba y una eme abajo. Así comprenderá mejor lo que estoy diciendo. Adelante quedan tras hombres. Los insiders bajan para ayudar. Los dos halves de ala, ubicados detrás de los insiders, quedan adelantados. Los backs marcan a los wines. Y el centrehalf en una misma línea con los backs, al controforward. La aparente paponia de este sistema es que se ataca con siete y se defiende con siete, porque al atacar se adelantan los insiders y los halves y cuando defienden bajan esos cuatro hombres. De paso, quiere decir que en el famoso sistema los insiders y dos halves laburan como presos.
Sin que la gilada se haya dado cuenta, el sistema se viene practicando aquí desde hace rato, aunque con una ligera variante. Tómese la molestia de fijarse en cualquier equipo. Nosotros también jugamos con tres back. Lombardo y Gimenez en realidad escolasan más como backs que como halves. Y se pegan al wing izquierdo. En vez de atacar con dos halves de ala, nosotros adelantamos al centro half y a un half, es decir, también dos hombres. La diferencia nuestra está en que, generalmente, el insider que baja para ayudar a la defensa y yevar el cuero es uno solo, mientras que el otro se queda adelantado como punta de lanza: Labruna, Simes. ¿Se dá cuenta? ¿Vió que su viejo sabe lo que dice?
Lo malo del sistema, hasta que aparecieron los húngaros es que los europeos lo juegan a muerte, sin permitirle al hombre que se mande una pruebita por su cuenta. Ceo que hacer eso aquí sería un disparate, por la sencilla razón que el jugador rioplatense -uruguayo y argentino-, es capaz, en cualquier momento, de gambetearse treinta y nueve contrarios o hacer la cosa más inesperada y genial.
El mérito del sistema está en que cada uno sabe de antemano lo que tiene que hacer. Y con disciplina y gran entrenamiento, cualquier bagayo puede cumplir más o menos bien con lo suyo. Con el sistema se ha tratado de nivelar las posibilidades de los artistas de la redonda. Pero yo pienso que tendríamos que ser realmente idiotas para entrar con una variante que nos quita una enorme ventaja. No se me ocurriría imaginar, por ejemplo, que a un Néstor Rossi de sus tardes gloriosas lo voy a desperdiciar nada más que cuidando a un contrario que en una de esas, es un rengo. A un pedazo de jugador así, déjalo que invente y se haga un picnic. Darle la misma tarea que aun durazno sería perder plata. Así como sería idiota obligar a un Grillo a que cada vez que la recibe, la entregue enseguida. Yo sé que un domingo Grillo está mal y se la morfa demasiado, pero yo pregunto cuántas tardes el loco ese chapa el cuero, hace una cosa rara y mata de emoción a los hinchas de Independiente. Recordá la que le hizo a los ingleses. ¡Después de eso, es mejor no hablar más!
A René Pontoni -¡sácate la gorra, que estoy nombrando algo grande!-, lo ví una vez hacer una matufia que me dejó tirado en el piso. Jugaba San Lorenzo con Nacional en la cancha de Huracán. Los uruguayos iban ganando dos a cero y el asunto parecía muy bravo para los nuestros. Los de enfrente, que no se han pasado la vida cazando cachirlas y que de fóbal manyan un kilo, cuidaban a muerte a Pontoni y Martino. Sabían que si les daban luz para maniobrar con sus trucos, los llevaban a la ruina. Cada vez que la agarraba Pontoni o Martino, cerraban la defensa y no había forma de pasar. En una de esas chapa la guinda el Negro Martino y justo cuando está a punto de entrar al área, veo que Pontoni sale carpiendo hacia la derecha, como si fuera al puesto de wing. Al principio no la pesqué. Le confieso que pensé que se le habían quemado los papeles al maestro, porque el wing estaba en su lugar. A todo esto, Martino siguió avanzando, se lambió un hombre y gol de San Lorenzo. ¿Sabe lo que había ocurrido? Sin tocar la pelota, sin intervenir en la jugada, Pontoni la decidió. Porque en cuanto rajó para la derecha, el uruguayo que lo cuidaba lo siguió a muerte. Y en esa forma sacó del área penal a un contrario para que su compañero Martino entrara como un cabalero y se mandara su rica pepa.
Lo que Walter Gómez les hizo a los gringos del Torino, en cancha de River, es para morirse. ¡Fue propiamente la mosqueta! Yegó hasta el área con la pelota. Ahí se paró, la mostró y la enseñó bien, para que todo el mundo la viera. De repente, ya no estaba más! La tenía Labruna y el gol vino como fierro... Para mí, eso fue la locura. Los pobres tanos se quedaron parados y miraban como diciendo: ¡eso no se hace! ¡Es trampa!
Con jugadores así tendríamos que venirnos todos tarados para prohibirles que hagan sus cositas. Al Adolfo Pedernera de su época de oro, tenías que dejarlo laburar por su cuenta. Y si una tarde, en pleno partido con Boca, se le ocurría ir a saludar amigos en la tribuna, ¡era mejor no contrariarlo!
Así como hay jugadores que llegan hasta un nivel y no dan más, a estos cosos les sobra tela. Son genios del cuero. Le hacen la peca al más pintado. Y si en vez de jugar por uno tienen habilidad para escolasar por dos o por tres, se me ocurre que darles nada más que una sola función, un solo trabajo, es desperdiciar la ocasión de hacerlos rendir mucho más.
En aquella famosa gira de San Lorenzo por España sucedió algo que parece mentira. En un partido se le desatan los cordones de los botines a Pontoni. Y aunque usté no crea, le voy a contar algo que se lo puede decir él mismo; el half que lo cuidaba, lo siguió hasta un costado de la cancha y se quedó a su lado mientras se ataba los tarros. ¡Eso no se ha visto nunca en el Río de la Plata! Aquí aprovechan, aunque sea por unos segundos, la ventaja de jugar con un hombre más. Y aquí cualquier forward se aviva enseguida si no dominás una pierna y te manda el cuero por ahí para que no lo agarrés nunca.
Voy a poner otro ejemplo para que terminemos con esta música del sistema. Jugaban ingleses y norteamericanos en el Mundial del 50 en Brasil. Ante todo, tenga presente que al equipo norteamericano le puede ganar el combinado de cualquier tienda. O el de La Martona. Los ñatos americanos enchufaron un golcito de chiripa y se agrandaron. Eso fue de entrada. Los ingleses, tranquilos. Mucha flema. Jugaban como estaba estudiado de antemano: la agarraba el half, se la daba al insider y el insider al centroforward. El centroforward tenía que tirar y hacer el gol. Pero resulta que cada vez que pateaba, este mozo le pegaba al cartel del Alumni o al del Pineral. No veía el arco. A pesar de eso, siguieron así toda la tarde. Y el hombre firme, pegándole a la lata. El resultado fue que el pobre náufrago no embocó una y los norteamericanos se afanaron el partido. ¡Eso no sucede aquí! ¡Ni se lo puede imaginar nadie! Porque si Grillo se la tiene que dar a Bonelli y a la tercera vez que se la entrega sigue haciendo sapo, se la rebusca por su cuenta. ¡Y si es necesario, gambetea noventa y dos contrarios, pero el gol viene!
Así es nuestro fóbal. El nuestro y el uruguayo. En una mala tarde en que el equipo no anda o las cosas salen como la mona, siempre hay uno al que se le prende la bujía y hace una genialidad que decide el partido, eso es posible porque en estos pagos, la disciplina no ha podido encasiyar al hombre anulando su personalidad. Aquí el que tiene buena voz se pianta del coro y se manda un solo por su cuenta. Y eso, que parece grupo pero es bien cierto, ha hecho al fóbal crioyo distinto y maraviyoso. Por eso no tenemos que entrar con sistemas ni marcaciones a muerte. No podemos anular al hombre capaz. Hay que tener presente que contra la tenacidad del que marca, existe la superior habilidad del que sabe desmarcarse. Del que sabe la cartiya. Y para conocer bien la cartiya, hace falta lo que aquí es muy común: que el pibe que recién agarra la redonda y empieza a jugar, antes que afinar la puntería para el gol, prefiera pisarla, amasarla, esconderla y hacerla hablar…!
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¿De qué sistema me hablás? (Juan Mondiola - Argentina)
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