-¿Podría comparar esto a su etapa como jugador en Cobreloa por allá en los '70?
Eso no tiene nada que ver. Antes no se sabía lo que iba a pasar con Cobreloa. Venía a una ciudad que no era buena para jugar fútbol a nivel competitivo, un pueblo de vaqueros. No es ofender, pero así era la cosa. No había veredas, semáforos, nada. Ahora volví y me llevé una grata realidad. Calama es espectacular, con edificios, hoteles, restoranes, etc. Antes había un solo lugar para comer...
- O sea, se lleva Calama en su corazón...
Es que nunca nos fuimos realmente. Mi hija va a cumplir 25 años, es como el club, porque nació acá. Incluso, con mi señora fuimos al hospital donde dio a luz y ya está sepultado. La gente siempre fue igual, nos acompañaba para todos lados. De Chuqui tampoco nos fuimos nunca, porque a mi hija siempre le conté de las hazañas de su padre.
-¿Montones de anécdotas también?
Una vez nos llevaron a una charla para allá arriba, en el '77, con un calor insoportable. Casi nos morimos. Andábamos en un bus sin respaldos y la rodilla se juntaba con la pera. Ahora vamos en Tur Bus y con aire acondicionado, imagina la diferencia. Si hasta compartíamos con los obreros de la mina, asados y partidos amistosos. Todos estábamos integrados y la cosa se manejaba armónicamente. Quizás eso falta ahora. Pero en suma, de Cobreloa sólo puedo decir que pasé momentos bárbaros.
(LUIS GARISTO, entrenador uruguayo, Técnico de Cobreloa al momento de estas declaraciones al diario "La Cuarta", Diciembre de 2003, recordando su paso como jugador por la ciudad de Calama)
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