La ciudad cerró sus ventanas, se sumergió en el luto. Era como si cada brasileño hubiera perdido el ser más querido. Peor que eso, como si cada brasileño hubiera perdido el honor y la dignidad. Por eso, muchos juraron aquel 16 de Julio no volver nunca más a una cancha de fútbol.
(MARIO FILHO, periodista brasileño, y su crónica, tiempo después del Maracanazo de 1950)
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