19 de diciembre de 2007

El fútbol y el número 13


En el mundo del deporte, el número 13 no tiene buena acogida. Quizá el más claro ejemplo lo ofrezcan las carreras automovilísticas, donde el número 13 es "rara avis" entre las máquinas participantes. Se trata, pues, de una cuestión de superstición, de la sospecha de que esa cifra "maldita" sea la causante de un accidente durante la carrera.
Pero dejando ahora de lado las pruebas automovilísticas, es curioso señalar la singular historia que tiene el número 13 en el fútbol, y concretamente a lo largo de los Campeonatos del Mundo. En su primera edición, celebrada en 1930 en Montevideo (Uruguay), fueron trece los equipos que participaron, cifra que se repitió en 1950, en el campeonato que tuvo lugar en Brasil. Y fue precisamente el 13 de Junio de 1950 -diez días antes de iniciarse el Mundial- cuando un astrólogo de la Escuela de Samba “A Mangueira" predijo que Brasil no ganaría aquel campeonato, en el que se habían depositado tantas ilusiones. En efecto, así ocurrió: Uruguay se erigió Campeón, mientras que Brasil hubo de conformarse con el segundo puesto.
Siguiendo con las coincidencias, es curioso observar que la selección de Uruguay consiguió el cetro intercontinental en 1950 y, anteriormente, en 1930, precisamente en los dos únicos torneos en que el número de participantes ha sido trece. Pero, a pesar de la buena suerte que el número 13 parecía dar a los uruguayos, los dirigentes de este país protagonizaron un insólito caso. En el Mundial disputado en Chile en 1962 entró en vigor una disposición de la FIFA que obligaba a los jugadores a llevar en la espalda, como distintivo, su número correspondiente, del 1 al 22. La delegación de Uruguay se presentó ante la comisión organizadora, para solicitar que el fatídico número 13 no le fuera adjudicado a ninguno de sus jugadores. Como alternativa, propusieron que se pudiera ampliar la lista hasta el número 23, para aquellos jugadores que se negaran a lucir el número 13 en la camiseta. La delegación uruguaya alegó como principal argumento el espíritu supersticioso de sus jugadores, ya que, tras declaración jurada, ninguno de ellos estaba dispuesto a llevar en la espalda de su camiseta un número irremisiblemente "gafe".
Los deseos de la comisión uruguaya fueron finalmente aceptados. Y, consiguientemente, se dio por primera vez el hecho en la historia de los Mundiales que algunos participantes llevaran a su espalda el número 23.
En el Mundial de Argentina de 1978, los peruanos tampoco quisieron el 13. Hubo discusiones hasta el último momento, pero la petición de los sudamericanos cayó en saco roto. No obstante, para aplacar los ánimos, los organizadores del Campeonato tuvieron incluso que recurrir al embajador de Perú en Buenos Aires, para intentar solucionar el problema. Y la solución fue que el jugador Juan Cáceres, al parecer el menos supersticioso de los peruanos, aceptó llevar el "fatídico" dorsal.
Quien nunca ha planteado este tipo de problemas ha sido el ex jugador del Barcelona y de la selección nacional holandesa, Johan Neeskens. Ya en los Mundiales de 1974, en Alemania, Neeskens lució el 13 en su camiseta (donde fue goleador de su equipo con 5 goles), para volver a hacerlo también cuatro años después, en Argentina. En ambas ocasiones su selección perdió la final...
Dejando de lado el incómodo número 13, señalaremos que el 10 está considerado como el más popular de todos. Ferenc Puskas, Pepe Schiaffino, y, sobre todo, Pelé y Maradona lo lucieron en sus espaldas.
Por otra parte, Johan Cruyff hizo famoso el número 14 que llevaba en el Ajax, y que cambió por el 9 cuando jugaba en el Barcelona. Y quizá intentando emular las hazañas del inigualable as holandés, en el Mundial de Argentina, Dieter Müller (Alemania), Marco Tardelli (Italia) y Michel Platini (Francia), quisieron para sí ese 14, que Cruyff hizo célebre.

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